Tras ello, comenzaremos a investigar sobre distintos personajes de cómics.
miércoles, 27 de febrero de 2019
Comenzamos con... ¡EL COMIC!
Los alumnos de 6º están trabajando durante este trimestre el Cómic. Para ello, hemos visto este interesante vídeo sobre la historia del cómic en nuestro país.
Tras ello, comenzaremos a investigar sobre distintos personajes de cómics.
Tras ello, comenzaremos a investigar sobre distintos personajes de cómics.
martes, 19 de febrero de 2019
El doctor Terríbilis
Los alumnos de 4º de Primaria están trabajando estos días con el cuento de "El doctor Terríbilis". Tras realizar la lectura, veremos los finales alternativos que propone el autor y debatiremos sobre cuál creemos que es el más adecuado. Además, haremos nuestro propio final y realizaremos una actividad con Kahoot! sobre el vocabulario que desconocemos.
El doctor Terríbilis y su ayudante, Famulus, trabajaban secretamente
desde hacía tiempo en un invento espantoso. Terríbilis, como seguramente su
mismo nombre indica, era un científico diabólico, tan inteligente como malvado,
que había puesto su extraordinaria inteligencia al servicio de proyectos
verdaderamente terribles.
—Verás, querido Famulus: el supercrik atómico que estamos terminando
será la sorpresa del siglo.
—No cabe duda, señor doctor. Ya estoy viendo cómo se quedarán nuestros
estimados compatriotas cuando usted, con el supercrik, arranque la Torre de
Pisa y la transporte a la cima del Monte Blanco.
—¿La Torre de Pisa? —rugió Terríbilis—. ¿El Monte Blanco? Pero,
Famulus, ¿quién te ha metido en la cabeza semejantes bobadas?
—La verdad, señor doctor, cuando proyectamos...
—¿Proyectamos, señor Famulus respetabilísimo? ¿Nosotros? Tú,
personalmente, ¿qué has proyectado? ¿Qué has inventado tú? ¿El papel del chocolate?
¿El paraguas sin mango? ¿El agua caliente?
—Me retracto, doctor Terríbilis —suspiró Famulus poniéndose humilde
humilde—, cuando usted, y sólo usted, estaba proyectando el supercrik, me
pareció oír aludir a la Torre de Pisa y a la cumbre más elevada de los Alpes...
—Sí, me acuerdo muy bien. Pero te lo decía por pura y simple
precaución, mi excelente e insigne Famulus. Conociendo tu costumbre de
cotillear a diestra y siniestra, con el chico del panadero, con el empleado del
lechero, con el portero, con la cuñada del primo del portero...
—¡No la conozco! Le juro, señor doctor, que no conozco en absoluto a la
cuñada del primo del portero y le prometo que nunca haré nada por conocerla.
—De acuerdo, podemos eliminarla de nuestra conversación. Quería explicarte,
amable y atolondrado Famulus, que no me fiaba de ti y te conté el cuento de la
Torre de Pisa para ocultarte mi verdadero proyecto que tenía que permanecer
secreto para todos.
—¿Hasta cuándo, señor profesor?
—Hasta ayer, curiosísimo Famulus. Pero hoy tienes derecho a conocerlo.
Dentro de pocas horas estará listo el aparato. Partiremos esta misma noche.
—¿Partiremos, doctor Terríbilis?
—A bordo, claro, de nuestro supercrik atómico.
—¿Y en qué dirección, si me está permitido?
—Dirección al espacio, oh Famulus mío, tan rico en interrogantes.
—¡El espacio!
—Y más concretamente, la Luna.
—¡La Luna!
—Veo que pasas de los signos interrogativos a los exclamativos. Así
pues, fuera dilaciones y he aquí mi plan. Arrancaré la Luna con mi supercrik,
la separaré de su órbita y la colocaré en un punto del universo de mi elección.
—¡Colosal!
—Desde allí arriba, estimado Famulus, trataremos con los terrestres.
—¡Excepcional!
—¿Queréis recuperar vuestra Luna? Pues bien, pagadla a su peso en oro,
comprádsela a su nuevo propietario, el doctor profesor Terrible Terríbilis.
—Su peso en oro, ¿me comprendes, Famulus? En oro.
—¡Superformidabilísimo!
—¿Y has captado la idea?
—Captada, profesor. La idea más genial del siglo Veinte.
—Espero que también la más malvada. He decidido pasar a la historia
como el hombre más diabólico de todos los tiempos. Ahora, Famulus, manos a la
obra...
En pocas horas dieron los últimos retoques. El supercrik atómico estaba
preparado para entrar en actividad. Curioso aparato, en realidad se parecía al
que utilizan los automovilistas para levantar su coche cuando tienen que
cambiar una rueda pinchada. Sólo era un poco más grande. Pero tenía acoplada
una cabina espacial en la que se habían dispuesto dos butacas. Sobre éstas, en
el momento elegido por el doctor Terríbilis para inciar su diabólica empresa,
se acomodaron el inventor y su ayudante quien, a decir verdad, sólo
trabajosamente conseguía ocultar un extraño temblor.
—¡Quieto, Famulus!
—Sssí... sseñoor... do-do-doctor...
—¡Y no balbucees!
—Nno-no se-señor do-do-doctor...
—Trágate esta píldora, te calmará al instante.
—Gracias, doctor Terríbilis, ya estoy tranquilísimo.
—Estupendo. Cuenta al revés, Famulus...
—Menos cinco... menos seis... menos siete...
—¡He dicho al revés, Famulus! ¡Al revés!
—Ah, sí, lo siento mucho. Menos cinco... menos cuatro... menos
tres... menos uno...
—¡Adelante!
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